¿Niños y niñas en situación de calle? ¿Todavía hay? fueron las preguntas que se me vinieron cuando empecé a cursar Práctico II y se mencionaron como posibilidad de dispositivo de práctica algunos “proyectos calle”. Mi ignorancia era notable. Por acto de azar, ilusión, tensión, miedo y estrés (todas cuestiones ineludibles en las elecciones de centro de práctica en el IFES), terminé realizando mi práctica en uno de estos “proyecto calle”.
En esta breve entrada de blog trataré de acercar una posible respuesta a la pregunta que me hice en su momento y quizás alguno de ustedes hoy se haga. Como primera aclaración resulta determinante ponernos de acuerdo en qué entendemos por “situación de calle”. Si le hago esta pregunta a una persona promedio aleatoria en la vía pública y que no esté muy adentrada en el tema, seguramente me responda, con mayor o menor elaboración, que refiere a cuando una persona vive en la calle porque no tiene casa a dónde ir, ni un trabajo que le permita subsistir en condiciones dignas. La noción básica de esta respuesta podría considerarse correcta, sin embargo, y aquí es donde podría hallarse la confusión, esta no es la única posible respuesta.
Desde la década de los 2000, por lo menos en Uruguay, la “situación de calle” se ha concientizado como fenómeno complejo, multidimensional y dinámico, y en este sentido ha sufrido algunos cambios semánticos a partir del uso que del término hacían las ONGs del ámbito, INAU y el Estado. Tal así que el término se fue ampliando en cuanto a sentidos y realidades, pasando a albergar por lo menos a tres “tipos de calle” referentes a la población de niños, niñas y adolescentes: “calle barrial o recreativa”, “calle como escenario para desarrollar estrategias de sobrevivencia” y “calle dura”.
Esa persona que hipotéticamente paré en la vía pública, y que nos dio una respuesta que podría generalizarse a un gran porcentaje de la población uruguaya, refiere exclusivamente al tipo de calle dura, es decir, a una situación en la que la persona come, duerme y pasa su tiempo exclusivamente en la calle. Lo que viene a plantear esta amplificación del término es que hay personas (y en el caso de niños, niñas y adolescentes es más claro) que se vinculan con la calle de forma intensa, pero que sin embargo tienen una casa a donde pueden volver para dormir, o que sin embargo van a la escuela por algunas horas, o pasan mucho tiempo en la calle, ya sea realizando actividades centradas en la mendicidad como acompañando a un adulto en su labor, y un gran etc de realidades.
Este tipo de realidades y situaciones ejemplificadas, bastantes más ambiguas y fluctuantes, se ven incluidas en la “calle barrial” o la “calle como escenario de supervivencia”, y son las situaciones de calle que atraviesan a casi toda la población de infancias y adolescencias del Uruguay en este momento. Y es debido a esto mi asombro original: actualmente, gracias a un arduo trabajo de organización entre el INAU y organizaciones de la sociedad civil, la calle dura en infancias y adolescencias es prácticamente nula. Cuando nos referimos a “niños, niñas y adolescentes en situación de calle” nos referimos a esas situaciones más intrincadas con la calle, pero que en definitiva, se tratan de una búsqueda por satisfacer las necesidades básicas, afectivas y relacionales en otros lugares distintos de los ámbitos de cuidado y protección.
Para ellos y ellas, la calle, con todos sus peligros, aparece como un espacio conocido, familiar, que provee de recursos indispensables, así como un espacio de aprendizaje. De este modo, lo interesante de trabajar en un proyecto que atiende a este perfil de población, a mi entender, radica en desprejuiciar la mirada que tenemos para con la calle, y al contrario, valorizar los aprendizajes que en ella esas infancias y adolescencias cosecharon para trabajar a partir de ellos.
En otras palabras, creo que la clave está en no ensañarse en ir en contra de la calle, sino reconocer la calle como lugar de significancia y valor afectivo para esos niños y niñas, y dilucidar cómo trabajar a partir de eso conocido, para luego sí introducir/ofertar otras posibilidades de lógicas, dinámicas, caminos y mundos que surquen en el terreno de lo socialmente válido.
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